En torno a la construcción social de la locura.

Cuadro de un árbol - Vía: Depencentral.comEn la introdución a su artículo En torno a la construcción social de la locura. Ian Hacking y la historia cultural de la psiquiatría, Rafael Huertas dice: " Aunque con antecedentes notables, en los años ochenta y noventa del siglo XX el estudio histórico de la enfermedad desde la perspectiva del constructivismo social adquirió una indudable preponderancia historiográfica. Charles Rosenberg, uno de los más claros exponentes de esta tendencia en el ámbito de la historia de la medicina, llamó la atención sobre la complejidad de cualquier reflexión en torno a la enfermedad, que pretenda ir más allá de la mera consideración de una alteración anatómica o fisiopatológica del organismo humano. Para este autor, la enfermedad es “un acontecimiento biológico”, pero también “un peculiar repertorio generador de construcciones verbales que reflejan la historia intelectual e institucional de la medicina, un aspecto de la política pública y la legitimación potencial de ésta, un elemento potencialmente definidor de roles sociales, una sanción de normas culturales y un elemento estructurador en las interacciones médicopaciente”. Y concluye apuntando que “de alguna manera, la enfermedad no existe hasta que hemos acordado su existencia, al percibirla, nombrarla e intervenir sobre ella”. Las enfermedades que etiquetamos como tales, no constituyen, según dicho acercamiento teórico, entidades “naturales” transhistóricas, que se mantienen en el espacio y el tiempo sino que son entendidas como “construcciones” intelectuales que se desarrollan en contextos sociales y culturales concretos. En este sentido, la enfermedad como objeto clínico únicamente existiría dentro del marco históricocultural en el que se constituye como entidad específica, por lo que sólo será plenamente comprensible desde su interpretación en dicho marco de referencia. Pero si esto puede ser aplicable a cualquier enfermedad, y pueden encontrarse en la historiografía ejemplos suficientemente concluyentes –desde la peste al sida, pasando por la clorosis o la sífilis-, en el caso de las enfermedades o los trastornos mentales, la reflexión en torno a “la locura construida” se enriquece de manera considerable, no solo por su enorme fuerza simbólica y estigmatizadora, que en buena medida comparte con las enfermedades infecciosas, sino por su propio carácter maleable y en cierto modo inasible de “lo otro de la razón”. Además, las clásicas obras de Michel Foucault, o de Thomas Szasz, ya habían relativizado la propia existencia de la enfermedad mental antes de que el constructivismo social llegara a aplicarse con todas sus consecuencias a la historia de la medicina, mientras que George Rosen, a finales de los años sesenta, proponía abordar el trastorno psíquico “desde un amplio punto de vista, considerándolo fundamentalmente dentro del contexto de la comunidad, y teniendo en cuenta las estructuras y factores políticos, sociales y administrativos que han guardado alguna relación con la enfermedad mental en diferentes periodos históricos. Este estudio examina el reconocimiento de dicha enfermedad como problema de la comunidad, y las circunstancias que provocan dicho reconocimiento; los conceptos, ideas y teorías utilizables para interpretar una conducta extraña como enfermedad psíquica y que proporciona una base para la acción o inactividad de la comunidad; y el desarrollo y existencia de instituciones especiales para hacer frente a estos problemas”. Si aceptamos esta posición, que en los años de la Guerra Fría hubiera sido calificada de “externalista”, tendremos que convenir que la enfermedad en general –y el trastorno mental en particular- es reconocida a través de su representación, es decir, por su descripción como “especie morbosa” o por la etiqueta diagnóstica que en nuestra cultura permita su identificación, y que dicha representación está sujeta a modificaciones diversas por las razones más variadas: científicas, sociales, políticas, culturales, etc. Como es bien sabido, este tipo de acercamientos y análisis han sido habituales en la historiografía psiquiátrica de las últimas décadas y han contribuido, en mayor o menor medida, a configurar un cierto “estilo de pensamiento” crítico en torno a las teorías y prácticas psi.
 A finales de los años noventa, el filósofo de la ciencia Ian Hacking, a través de dos estudios de caso concretos: la personalidad múltiple y el automatismo ambulatorio o fuguismo, y de la propuesta de una categoría de análisis a la que denominó “enfermedad mental transitoria”, introdujo nuevos elementos de discusión sobre la locura como construcción social o como elaboración cultural. Curiosamente, la propuesta de Hacking no venía del constructivismo, con el que se muestra distante aunque en modo alguno hostil, sino de un realismo científico en sus intersecciones con la filosofía, la historia y la sociología. El propio Hacking se autodefine del siguiente modo: “me pienso como un ‘nominalista dinámico’ interesado en cómo nuestras prácticas de nombrar interactúan con las cosas que nombramos, pero también podría decirse que soy un ‘realista dialéctico’ preocupado por las interacciones entre lo que existe (y lo que viene a ser) y nuestras concepciones de ello”. Más adelante retomaremos el concepto de interacción (o clase interactiva), baste ahora señalar que independientemente de cómo Hacking prefiera identificarse, su preocupación no es tanto profundizar en la naturaleza real o construida de las enfermedades mentales (transitorias), sino en las condiciones de posibilidad que deben cumplirse para que una enfermedad de este tipo llegue a diagnosticarse. Tal planteamiento puede tener, como no podía ser de otro modo, un gran atractivo para la historia y la epistemología de la psiquiatría porque nos permite reflexionar sobre la naturaleza de ciertos trastornos mentales en cualquier momento histórico –también en el presente-, así como sobre aspectos teóricos y prácticos de indudable trascendencia en la clínica y en el propio saber psicopatológico. Mi objetivo en las páginas que siguen es analizar la contribución de Hacking en relación a las “enfermedades mentales transitorias”, valorar sus fortalezas y debilidades, y reflexionar sobre la potencialidad de su propuesta metodológica y su posible aplicación a las investigaciones histórico-psiquiátricas"

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